INDIGNACIÓN
PHILIP ROTH
19 marzo de 1933. NETWARK. Estados Unidos
22 mayo de 2018. MANHATTAN. Estados Unidos
Tenía que alejarme de él antes de
matarlo así se lo dije hecho una furia a mi consternada madre, quien ahora,
inesperadamente, tenía tan poca influencia sobre él como yo.
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Puesto que la evolución aborrece las
caricias que no llevan al clímax, el código sexual imperante podía ser
físicamente insoportable.
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Como no creyente, suponía que la otra
vida carecía de alma, de dios…de cualquier cosa con forma, contorno o
sustancia, descomposición absoluta. Desconocía que no sólo no carecía de la
capacidad de recordar, sino que recordar lo sería todo.
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…era la ambición primordial dela
mayoría de mis condiscípulas coetáneas en Winesburg: reestablecer con un joven
provisto de un salario seguro el mismo estilo de vida familiar del que se
habían separado temporalmente al ir a la universidad, y hacerlo con la mayor
rapidez posible.
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Entonces se volvió a mirarme. Tenía la
cara redonda, la cabeza grande, y sus facciones eran tan básicas que su modelo
podría haber sido una calabaza de Halloween tallada por un niño.
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-¿Qué le proporciona, pues, sustento
espiritual? ¿A quién reza cuando necesita consuelo?
-No
tengo necesidad de hacerlo. No creo en Dios y no creo en la oración. –Como
miembro del equipo de debates del instituto, me había ganado fama de dejar bien
clara mi postura… y eso es lo que hice. Me sustenta lo que es real y no lo
imaginario. Rezar, para mí es ridículo.
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El miedo, para Bertrand Russell, es el
padre de la crueldad, y por lo tanto no es de extrañar que la crueldad y la
religión hayan ido de la mano a lo largo de los siglos.
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Debes estar por encima de tus
sentimientos. No soy yo quien te lo exige: es la vida. De lo contrario los sentimientos
te arrastrarán. Te arrastrarán al mar y desaparecerás para siempre. Los
sentimientos pueden ser el mayor problema vida. Los sentimientos pueden jugarte
las más terribles pasadas.
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Entre la miríada de objetos que aquella
noche salieron volando por las ventanas abiertas había sostenes, fajas,
compresas higiénicas, tubos de ungüento, barra de labios, enaguas enteras y de
cintura para abajo, camisones, unos pocos bolsos, algunos billetes de banco y
una colección de sombreros con bonitos adornos. Entretanto, en el patio, habían
hecho una gran muñeca de nieve con pechos y engalanada con ropa interior y un
tampón higiénico airosamente fijado en la boca pintada de rojo, como un puro
blanco, y rematada por un bonito sombrero típico de Pascua sobre un peinado
hecho con un puñado de billetes de dólar húmedos.
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¡Pero no podía! ¡No podía creer como un
niño en una deidad estúpida! ¡No podía escuchar sus himnos lameculos! ¡No podía
sentarse en su sagrada iglesia! Y las plegarias, aquellas plegarias con los ojos
cerrados…¡una putrefacta y primitiva superstición! ¡Locura Nuestra que estás en
el cielo! ¡La ignominia de la religión, la inmadurez, la ignorancia y la
vergüenza de todo ello! ¡Lunática piedad acerca de nada!
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EL
BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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