FATÍDICA
JEAN-PATRICK
MANCHETTE
19 diciembre de 1942. MARSELLA. Francia
3 junio de 1995. PARÍS. Francia
La muchacha de la recepción, casi una
niña, estaba en la edad ingrata; tenía acné y los ojos pensativos y malignos.
Consultó el registro, entregó a Aimée unas llaves y le indicó el piso y el
número de su estudio.
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Los que estaban fuera eran los pobres,
y sus olores de sudor mezclados con tufos de vino se elevaban en la brisa fría,
salina y salubre.
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El obispo cayó tendido sobre la
alfombra. Se elevaron exclamaciones y gritos horrorizados. Los asistentes se
interpusieron entre el obispo y el barón, el cual intentaba patear a su
víctima. Gritaba que le dejaran reventar a la rata de sacristía.
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-¡Nada! ¡No tiene nada de especial!
Corrupción, tráfico de influencias, chanchullos de todo tipo e historias de
cama, como en todas partes. ¿Quiere o no quiere usted material con el que
demoler a Lorque y Lenverguez? ¡Mierda!
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Simplemente quedaba de manifiesto, de
forma general, que en Bléville el poder municipal y los fondos públicos siempre
habían sido empleados de forma que sirvieran también a los intereses de Lorque
y Lenverguez, nada que no pasara en cualquier otro lugar. Pero la muerte del
bebé, de dos o tres ancianos y de una treintena de vacas, todos envenenados por
los productos L&L, las conservas Vieux Hauturier y las papillas Bébéravi,
habían encendido las pasiones.
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-Es muy raro que haya fallado-observó
Aimée-. Nunca me había pasado.
-¿Ha matado a muchos?
-A siete.
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Así que agarró el cuchillo con su funda rectangular de cartón y la hundió en el hígado de su marido sin tomarse
siquiera la molestia de sacarlo de la funda.
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-Aquello fue como una iluminación,
¿entiendes? –le dijo al barón-. Puedes matarlos. Puedes matar a esos
gilipollas. Además, quería dinero pero no tenía ganas de trabajar.
-Es lógico –dijo el barón.
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Aimée le describió someramente su
trabajo: cómo iba de ciudad en ciudad, adoptaba cada vez una personalidad
distinta y se relacionaba con la mejor sociedad; es decir, la sociedad de los
ricos. Y cómo observaba a los individuos, sus movimientos y los conflictos que
siempre hay entre ellos. (…)
-Siempre se acaba por encontrar algo
–dijo la mujer-. Siempre hay uno o una que tiene ganas de matar a otro gilipollas.
Lo demás ya es asunto de habilidad.
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EL
BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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