DEVOCIÓN
PATTI SMITH
30 diciembre de 1946. CHICAGO. Estados Unidos
La
inspiración es la incógnita de la ecuación, la musa que asalta en la hora
oculta. Vuelan las flechas y no nos damos cuenta de que un sinfín nos han
alcanzado, n de que un sinfín de catalizadores inconexos se han reunido en la
clandestinidad para formar un sistema propio, que nos inocula las vibraciones
de una enfermedad incurable –una imaginación ardiente-, a la vez profana y
divina.
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El libro adecuado puede ser una especie
de maestro, que marca el tono o incluso altera el curso de un viaje.
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Un huevo de Fabergé que contiene una
guillotina en miniatura. Unos patines que giran en el espacio. Escribo acerca
de unos árboles, una repetición de números ocho, la atracción magnética del
amor.
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Se me ocurre que los jóvenes parecen
hermosos cuando duermen, y los viejos, como yo, parecemos muertos.
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¿Por qué se siente alguien llamado a
escribir? Para apartarse, protegerse en la crisálida, disfrutar del rapto de
soledad, a pesar de los deseos de los demás. Virginia Woolf tenía su habitación
propia. Proust, sus ventanas cerradas. Marguerite Duras, su casa silenciosa.
Dylan Thomas, su modesto cobertizo. Todos buscaban un vacío que empapar de
palabras.
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Yo tenía catorce años cuando Camus
perdió la vida en un nefasto accidente de coche. En las noticias posteriores
salieron imágenes de su maleta, que encontraron en un campo bajo la lluvia
junto a la escena y que contenía su último manuscrito. Ocupar, aunque fuese por
poco tiempo, la habitación en la que había escrito esa obra era una lección de
humildad.
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¿Por qué escribo? MI dedo, como un
lápiz óptico, traza la pregunta en el aire vacío. Un acertijo familiar que me
he planteado desde la juventud, algo que me privaba del juego, de los amigos y
del valle del amor, presa de las palabras, siempre un poco desplazada.
¿Por qué escribimos? Irrumpe un coro.
Porque no podemos limitarnos a vivir.
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EL
BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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