Un
gobierno nunca podrá admitir la provisionalidad de las cosas. Sabe
que ahí radica su debilidad. Su poder se basa en el control del
pensamiento, y éste, debe ser equilibrado e inmutable para que todo
funcione según las pautas que tienen establecidas. Convierten el
futuro en un hecho predecible e inamovible que incrustan en el
pensamiento común, mediante la educación y el adoctrinaje. El
sistema parasitario en el que estamos prisioneros, llámese
capitalismo necesita a la población entregada a los quehaceres que
le han sido encomendados, y cuando se produce un proceso de ruptura,
acude con todos los medios a su alcance para minimizar los efectos de
ese proceso en su estructura.
Y
eso es precisamente lo que está ocurriendo en estos días. La
negación de un hecho tan cierto como que un virus, que lleva en el
planeta mucho antes que nosotros, mute y se lleve al traste a la
mitad de la población de seres más esclava de la Tierra, dejando a
la otra mitad desvalida y confundida. De ninguna de las maneras,
ningún dirigente del mundo admitirá que aunque se pongan medios
destinados a la investigación para controlar la pandemia, ésta, sin
duda provocará un vuelco en esa balsa de aceite llamada cotidianidad
en la que vivimos sumergidos, ajenos a los males que nos acechan.
Esas mentiras, esa confusión, esa manipulación, esa falsa
preocupación, con la que somos bombardeados desde todos los medios
posibles apela a nuestro deseo de seguridad, a sabiendas de que el
mensaje encriptado en nuestro cerebro desde que nacemos funcionará,
y aceptaremos de buen grado todas las órdenes y premisas que nos son
impuestas.
Esto
es una forma de ganar tiempo, el sistema debe rearmarse, asimilar
todos los datos para llegado el momento lanzarnos nuevas órdenes que
aceptaremos sin rechistar, gracias al trabajo de desbaste realizado
de antemano en nuestro pensamiento común.
¿Puede
alguien pensar que el capitalismo esté dispuesto a alimentar a
millones de seres encerrados en sus casas durante mucho tiempo? Ese
altruismo no está dentro de sus directrices. De alguna forma
encontrarán la forma de convencer al mundo de que hay que convivir
con éste virus, o con cualquier otro, por muchas muertes de ancianos
que provoque. Dentro de poco estaremos de nuevo inmersos en la rueda
productora que no debe parar, y cuyas revoluciones de marcha serán
aumentadas para recuperar los beneficios perdidos. Se mirará con
indiferencia la televisión que de manera vaga y dispersa hablará de
una crisis sanitaria que se acabará perdiendo en la frágil memoria
de tan obtusa población. Y ellos, satisfechos del éxito de su nuevo
experimento seguirán investigando, eso sí, no la cura de
enfermedades, si no la manera de seguir reforzando su sistema de
control, estudiando como han funcionado sus medidas de paralización
del mundo, para salir más fuerte y reforzados de la crisis que ellos
mismos han provocado.
El
reverendo Yorick.
1 comentario:
Muy interesante su reflexión. Quizá falte algo que no sabría decirle. Me ha hecho pensar después de todo lodicho en estos días en los quesehan vertido muchas banalidadesy liviandades.
Le sigo.
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