EMIL CIORAN
I
8 abril de 1911. RASINARI.
Rumania
20 agosto de 1995. PARÍS.
Francia
Existe en la estupidez una gravedad
que, mejor orientada, podría multiplicar la suma de obras maestras.
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¡No poder volver a la época en que
ningún vocablo estorbaba a los seres, al laconismo de la interjección, al
paraíso del alelamiento, al estupor gozoso anterior a los idiomas…!
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Las fuentes de inspiración de un
escritor son sus vergüenzas: quien no las descubra en sí mismo o las eluda está
condenado al plagio o la crítica.
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Quien poseyendo los rudimentos de la
misantropía quisiera perfeccionarse en ella, debe frecuentar la escuela de
Swift: aprenderá así a dar a su desprecio por los hombres la intensidad de una
neuralgia.
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El pesimista debe inventarse cada día
nuevas razones de existir: es una víctima del “sentido” de la vida.
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Lo que nos diferencia de nuestros
antepasados es nuestro descaro frente al Misterio. Lo hemos incluso
desbautizado: así nació el Absurdo…
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Nada seca tanto la inteligencia como la
repugnancia a concebir ideas oscuras.
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Más que un error de fondo, la es una
“falta de gusto” que ni la muerte, ni siquiera la poesía, logran corregir.
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“Soy como una marioneta rota cuyos ojos
hubieran caído en el interior”. Estas palabras de un enfermo mental valen más
que el conjunto de las obras de introspección.
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La palidez nos
muestra hasta dónde puede el cuerpo comprender al alma.
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¡Qué cerca me siento de aquella vieja
loca que corría detrás del tiempo, que quería atrapar un trozo de tiempo!
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El escéptico quisiera sufrir, como los
demás, por las quimeras que hacen vivir. No lo consigue: es un mártir de la sensatez.
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Nuestras
vacilaciones llevan la huella de nuestra honradez; nuestras certidumbres la de
nuestra impostura. La deshonestidad de un pensador se reconoce en la suma de
ideas precisas que avanza.
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Si la felicidad es tan rara, es porque
sólo se alcanza después de la vejez,
en la senilidad, favor reservado a muy pocos mortales.
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Una moda filosófica se impone como una
moda gastronómica: se refuta igual una idea que una salsa.
En este “gran dormitorio”, como llama
un texto taoísta al universo, la pesadilla es la única forma de lucidez.
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Tarde o temprano, cada deseo debe
encontrar su cansancio: su verdad…
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Deambulo a través de los días como una
puta en un mundo sin aceras.
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Para dominar a los hombres, hay que
practicar sus vicios y añadir alguno más. Véase el caso de los papas: mientras
fornicaban, practicaban el incesto y asesinaban, dominaban al mundo y la
Iglesia era omnipotente. Desde que respetan sus preceptos, su poder se degrada:
la abstinencia, lo mismo que la moderación, les ha resultado nefasta;
convertidos en personas respetables, nadie les teme ya. Edificante crepúsculo
de una institución.
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EL BOBO DE KORIA
(RECOPILADOR)
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