EL MAR, EL
MAR
IRIS
MURDOCH
15 julio de 1919. DUBÍN. Irlanda
8 febrero de 1999. OXFORDSHIRE. Inglaterra
El mar que se
extiende ante mí mientras escribo, más que destellar, resplandece bajo el suave
sol de mayo. Con el cambio de marea, se recuesta calladamente contrala tierra,
casi sin huella de ondas ni de espuma.
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Aquí podría agregar que uno de mis
secretos para una vida más feliz es que jamás he cometido el error de aprenderá
conducir coches.
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El mar está dorado, moteado de puntos
de luz blanca, y chapalea con una especie de satisfacción mecánica bajo un
cielo verde pálido. Qué enorme es, qué vacío, este vasto espacio que durante
toda mi vida he añorado.
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¿Era una gran actriz? S-i, creo que sí.
Por supuesto, las mujeres actúan constantemente.
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No puedo preferir la espantosa
presencia constante del matrimonio a la magia de los encuentros y las
despedidas. Ni siquiera me interesa compartir un lecho, y es raro que quiera
pasar la noche entera con una mujer con quien he hecho el amor. Por la mañana
la veo como a una puta.
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El matrimonio es una especie de lavado
de cerebro que obliga a la aceptación de muchísimos horrores.
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¡Cuánta energía he desperdiciado en mi
vida escaando de las mujeres!
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Quizá los celos son la más
involuntaria de todas las grandes
emociones. Se adueñan de la conciencia, su raíz es más profunda que el
pensamiento. Están siempre presentes, como una mota en el ojo, que corrompe el
color del mundo.
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-Todo matrimonio que perdura se basa en
el miedo.
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A mi lado, mientras escribo, hay un
sillón que sostiene un televisor. (Gracias a Dios, en Shurff End es imposible
ver la televisión).
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El grito espantoso de una almas
hundidas en el dolor y la culpa, que se aborrecen y están atadas la una a la
otra.. El infierno del matrimonio.
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El mar estaba más inmóvil que nuca, en
reposo absoluto, y con la marea alta, daba la impresión de que rebosara, como
si estuviese contenido en un tazón. El agua parecía esmaltada de azul muy
claro.
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Y recordé las palabras de Peregrine:
aquel de la pareja que se siente culpable, aunque sea por motivos totalmente
irracionales, se convierte en esclavo del otro y no puede tener autoridad
moral.
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El agua era de un gris azulado luminoso
muy pálido, blanco casi, del mismo color que el cielo, que cambiaba con rápido
y breve movimiento danzarín, y que el sol empañado espolvoreaba de pequeñas
explosiones de luz metálica pálidamente dorada.
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Algunas formas de obsesión, y una de
ellas es estar enamorado, paralizan la habitual libertad de movimientos de la
mente, su natural modo de ser abierto, interesado, curioso, que a veces y de
forma convincente se define como racionalidad.
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¿Es posible cambiarse uno mismo? Lo
dudo. O, si hay algún cambio. Habrá que medirlo en millonésimas de milímetros.
Cuando los pobres fantasmas se han ido, lo que queda son las obligaciones
habituales y los intereses de siempre.
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EL
BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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