…los papás y mamás, aunque en otras
estaciones del año pregonan legión de beneficios terapéuticos de su
descendencia, lamentan cada estío, con ahínco, la llegada de las vacaciones.
¡Malditos
docentes que les recuerdan sus obligaciones como padres y madres! Se preguntan
cómo sobrellevar dos meses día y noche con sus críos, maquinan teorías
pedagógicas inhóspitas –tanto tiempo sin escuela perjudica la salud psicológica
de las criaturas, por ejemplo- o inventan cosas tan extrañas y ridículas como
escuelas de verano, campamentos de verano, intercambios de verano o gaitas de
verano. Éxtasis eufemístico eclipsando una verdad rudimentaria, casi
insultante: les aterra soportar 24 horas a sus chicos y chicas, pero, como
decirlo tan claro resulta un tanto indecoroso, fabrican mecanismos alternativos
que suavicen su miseria moral. El inglés, por cierto, da mucho juego. Si tu
hijo es un idiota de remate –cosa bastante posible, en concordancia a su
padre-envíalo a Londres y que vuelva bilingüe o trilingüe. Mano de santo para
lavar conciencias (y librarse ya puestos de la impertinencia de quien tú mismo
quisiste criar). (…)
Si
rebajamos la cuota de hipocresía, si asumimos que la procreación podría
convertirse en anécdota y no en norma, el universo respirará una atmósfera
saludable, provechosa. De igual modo, disminuirá esa tremebunda tasa de
progenitores espantados con la llegada del verano familiar y en piña
genealógica. Mientras tanto disfrutaremos a su salud –y mucho- esos ciudadanos
de a pie que, en breve, no tendremos mayor ocupación que la de buscar
entretenimiento para rellenar las largas horas veraniegas. Lo haremos, por
cierto, como debe ser: sin hijos.
Del
artículo SIN HIJOS de AGUSTÍN ZARAGOZÁ – (LEVANTE 26- 8-2019)
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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