Que
un extremeño ame a Extremadura no sólo no es virtud (pues nada hace de más
sobre lo ya prescrito por la mera coordinación de las palabras
“extremeño-Extremadura” y contenido en ellas), sino que puede llegar incluso a
ser mezquino egocentrismo; lo virtuoso sería, en todo caso, que supiese amar
igualmente a Portugal. La distinción temática entre este patriotismo y el que
suele exaltarse —o es incluso un engendro expectorado por la propia
exaltación—, que debería llamarse más bien nacionalismo, está en que mientras
el primero tiende a remitirnos al ámbito sensible de la geografía, el otro se
alimenta decididamente de la historia, con toda la fetidez del narcisismo y
todos los endriagos del orgullo y de las manías de grandeza. Si en aquel no
cabía mérito alguno, este sí que debe de ser, digo yo, la mar de meritorio,
pues ya hace falta estómago para poder amar la historia de España, o bien la de
cualquier otro país.
RAFAEL
SÁNCHEZ FERLOSIO
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La
sola idea de que una iniciativa literaria mía tuviese por motivo el de ser una
mera respuesta a la pregunta “¿y ahora qué coños escribo?”, me ha echado
siempre para atrás. Lo extraño, lo sospechoso es que alguien tenga siempre algo
que escribir —me he dicho siempre a mí mismo, con la mosca detrás de la oreja—;
será que ignoro y no comprendo qué pueda ser eso que llaman “vocación de
escritor”; yo, al menos, no la tengo ni la siento; antes bien, lo de
considerarme “un profesional” lo siento como una intolerable coacción del
público, que incluso aumenta tal vez mi rechazo y mi inhibición para escribir y
aún más para publicar.
RAFAEL
SÁNCHEZ FERLOSIO
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El
pragmatismo manda que la claudicación no sea sentida como una vergonzante
elección del mal menor, como un humillado reconocimiento de la fuerza mayor del
adversario, sino como la virtuosa, inteligente y hasta grandiosa capacidad de
saber subirse en el momento oportuno al carro del vencedor, ya sea Dios, ya sea
la Historia, ya sea el Complejo militar-industrial que hoy manda el mundo. El
pragmatismo es la doctrina gracias a la cual lo inhumano, lo abyecto y lo
rastrero levantan orgullosamente la cabeza y se pavonea como lo virtuoso y
racional, condenando como necesidad o como orgullo satánico toda resistencia a
la realidad y todo sentimiento de vergüenza y deshonor por soportarla sobre la
cerviz.
RAFAEL
SÁNCHEZ FERLOSIO
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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