Disfrutábamos de una felicísima comida el día de
Navidad, cuando, en un momento dado, mi hermano Argimiro se lanzó sobre el
cuello de mi cuñado, usando sus poderosas manos como pinzas de cangrejo
violinista, dispuesto a segarle el gañote. Mientras tanto, mi mamá seguía
profiriendo insultos de grueso calibre contra su hija, mi hermana Engracia. Sus
invectivas ya habían comenzado antes de trinchar el pollo de oferta de una reputada cadena de
supermercados de acrisolada fama de explotadora de sus trabajadores.
A todos nos sorprendió que mamá, en vez de bendecir
la mesa, como era su costumbre, le espetara a Engracia –mi hermana menor-, y
sin venir a cuento, o al menos eso creíamos: Engracia, eres una guarrindonga… Al oír el insulto, mi prima
Jennifer creyó que iba destinado a ella por ser trabajadora distinguida de una
famosísima casa de lenocinio de nuestra ciudad. Como un resorte, su pierna
descargó equivocadamente, un puntapié sobre la canilla de tía Honoria que a
punto estuvo de quebrarle la tibia. A partir de este momento, la muy felicísima
comida se convirtió en un campo de batalla.
Aproveché la ocasión para escurrirme sigilosamente
hacia la cocina, en la que me preparé un bocadillo de mortadela con aceitunas,
que es el embutido que más odio. En la huída me siguió mi sobrinita Vanesa.
Compartimos el infecto bocadillo y, al terminar, Vanesita me pidió un euro para
comprar chuches, dijo.
Le
corregí el imperdonable error:
-No se dice chuches, es CHUCHESZ.
-A ver, cómo se dice.
Después de doce intentos, su pronunciación no tenía
nada que envidiarle a la de nuestro inigualable Timonel. Quedé tan contento,
que en vez de uno, le di un billete de cinco euros. Vanesita se fue contenta y
saltarina a gastar el óbolo, mientras en el comedor de los felices, el fragor de
la batalla arreciaba.
Salí al jardín a fumar un cigarrillo de los que me
había prohibido terminantemente mi médico. Recordé losz chuchesz de Vanesita y, no pude menos que, a mi pesar,
evocar la situación política en la que se encontraba mi querida España:
desgobernada, ya que los partidos mayoritarios del resultado de las elecciones
piden la cabeza de don Mariano Rajoy como condición sine qua non para formar gobierno. Quieren que se vaya el más
grande estadista que ha tenido España desde los últimos tres siglos!!!.
Todos pasan por alto, ladinamente, la transcendencia
que tuvo para los españoles, la rebaja del IVA de losz chuchesz. Materia prima
de nuestra cesta de la compra y básica en la dieta mediterránea. En aquel
momento en el que el aciago Zapatero había dejado a España sumida en la
pobreza, la valentía de nuestro Líder, enfrentándose a la soberbia Angela
Merkel y al FMI, consiguió que la salud de nuestros niños, el futuro de España,
no se resintiera. Al contrario, que en vez de niños famélicos y de aspecto
tísico, podamos mostrar al mundo a unos
infantes gordos y colorados como los clásicos canónigos de nuestra amada Iglesia.
Apago la colilla del cigarro, pero no así, mi
esperanza de que esos políticos recapaciten y sepan ver que la España del próximo
año no será la misma sin Él. El incuestionable Timonel. Solo el presidente
Mariano podrá devolver a España el esplendor que tuvo y los días de gloria que
su padre político, el inefable Aznar, hizo vivir a la Patria en la reunión de
las Azores y en la gloriosa y valiente toma de la Isla de Perejil por nuestro,
también glorioso, Ejército Español.
El Año Nuevo, ni será nuevo ni bueno, si nuestro
Presidente no nos preside.
¡¡Mariano, sé fuerte!!
EL BOBO DE KORIA
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