Nombre: Oliveira, Horacio.
Apátrida,
autoexiliado.
Vagamundo uniformado al uso: Una canadiense de color indescriptible, que se convierte la mayoría del tiempo en algo parecido al hogar. Zapatos todoterreno a ser posible impermeables, aunque cuando la lluvia entra por todos lados, y las calles son un río, es difícil mantener con honorabilidad ese título.
Profesión: Vivir, en la más absoluta definición del termino, por tanto: Sufrir, al intentar hasta el más nimio de los detalles, encontrar una explicación de tan puñetero e ingrato fenómeno.
País de origen: Argentina, parece ser que bonaerense. Con un pasado predecible, hasta el momento de la ruptura interior, que se sospecha ocurrió muy pronto.
Oliveira, a raíz de esa ruptura, comienza una experimentación vital, que lo lleva constantemente a ir cerrando puertas tras él. Por eso es necesario el exilio, para poder llevar a cabo una investigación exhaustiva que desemboque en alguna posible explicación del aciago fenómeno de estar vivo.
Intelectual hasta las últimas consecuencias. Todo lo que lee, todo lo que ve, es analizado minuciosamente en busca del conocimiento, a través de la experiencia vital y creativa de los otros, sumada a la suya propia. De ese modo, Oliveira se mueve en París como un cosmonauta que acaba de descubrir otra civilización y trata de desentrañarla con la entrega de un entomólogo.
Este
modo de proceder hace que sus relaciones con el resto de la
humanidad, se vuelvan la mayoría de las veces madejas de
incomprensión y malentendidos que acaban acorralándolo en soledad.
Su sentido de la sinceridad, lo coloca a menudo por encima de
formalismos sociales, de fórmulas diseñadas por y para cobardes,
donde todos buscamos refugio la mayoría de las veces. Eso hace que
el sujeto sea punto de mira de críticas y etiquetas de lo más
inmundas.
Esa soledad, para la que nadie está preparado, lo hace sumergirse en la búsqueda de la amistad incorruptible, aquella que esté preparada para ser puesta a prueba hasta el límite, y de la que una vez pasada la tremenda travesía se convertirá en el reposo del desgraciado explorador, que encuentra la revelación de su búsqueda en el más sencillo de los gestos.
Aquí, explicado en cuatro líneas puede parecer fácil, pero manicomios y cementerios andan llenos de desesperados y suicidas que desgarraron su alma en el intento.
Yorick.
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