LA VIDA ADMINISTRADA. SOBRE EL NAUFRAGIO SOCIAL
JUANMA AGULLES
Alicante, 1977
El sentido histórico que requería tener alguna
noción de la libertad humana ha sido barrido por el recurso a la mediación
tecnológica. (…)
El problema fundamental sigue siendo
responder a la siguiente cuestión: ¿Se parece en algo la vida a esta existencia
administrada y monitorizada que los defensores del progreso no preparan con esmero?
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Liberados dos yugo de la necesidad,
hemos alcanzado las más altas cotas de la servidumbre. (…)
Por supuesto, señalar los excesos que
ha cometido la ciencia socialmente organizada, y cómo se ha rendido a intereses
que alimentan la opresión contemporánea, es suficiente para que lo sitúen a uno
en el bando del “oscurantismo” más recalcitrante, como enemigo declarado del
progreso de la humanidad.
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El progreso no es un destino, ni una misión
histórica repleta de causalidades, sino un proceso de construcción y
apropiación de nuestra realidad
artificial que destruye otras realidades y que define un nuevo marco en
que saber qué es “progreso” y qué no, haciendo olvidar, a menudo, respecto a
qué.
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El Estado moderno y la combinación de
ciencia y técnica, que aquí llamamos “tecnología”, son dos campos de fuerza que
han moldeado la sociedad que conocemos. (…) A partir de ellas, sabemos lo que tiene realidad o no en el mundo; lo que
está permitido y prohibido en la vida social; aquello que posee valor y lo que
carece de él; en suma, lo deseable y lo indeseable dentro del proceso constante
por el que la sociedad restaura continuamente sus equilibrios y desequilibrios.
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La tecnología no crea la explotación ni
nos libera de ella. Instituye sus propias formas de opresión, y en su
culminación contemporánea determina aquello que es posible realizar en sociedad
y aquello que está condenado a desaparecer.
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Tratar de impedir nuevas destrucciones
forma parte de una praxis radical contra la vida administrada.
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Cada vez que cedemos una parcela de
libertad con el fin de obtener algún tipo de seguridad, de mantener cierto nivel de vida, de bienestar o
desarrollo, damos un paso más en la consolidación de nuestra servidumbre
contemporánea.
Una vez consumado el encierro
industrial y ampliada su escala prácticamente a todo el planeta, la única
revolución que parece posible es aquella que pretende ampliarla extensión del
dominio de las dos instituciones sociales que han venido dando forma a nuestro
mundo: el Estado y la tecnología.
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Se podría decir que el sujeto es más
sujeto en la medida en que está más
sujeto que nunca.
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Los manuales de autoayuda y las
terapias de todo tipo brotan con fuerza
en el terreno devastado dela personalidad moderna. La ingente cantidad de
fármacos puestos en circulación por la industria para su uso doméstico
facilitan un reequilibrio químico, a nivel neuronal, de los procesos de
desposesión y la inadaptación creciente que hemos instituido en los dos siglos
de industrialismo.
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…el pensamiento arraigado, radical,
antes de buscar una respuesta única o de elaborar una teoría completa que
explique el funcionamiento de la vida administrada, tendrá que oponer al
llamado “bienestar” una sensibilidad distinta, articulada por valores
comunitarios. (…) Sin pretender convertirse en una nueva religión, deberá
tratar de religar aquello que se ve
fracturado, desintegrado por la tecnología aplicada y la administración
burocrática. Frente a las llamadas de los expertos a integrarnos en la
cautividad indolora en aras de nuestra seguridad y del mantenimiento de la abundancia,
tendrá que defender el riesgo de una libertad creativa, que afronte los retos
de una escasez consciente con los abundantes medios de la sociabilidad humana,
elegida como forma de vida en comunidad, en pie de guerra contra la sociedad
industrial y los gestores de su debacle.
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EL BOBO DE KORIA
(RECOPILADOR)
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