Han
pasado veintidós años desde la última vez que trabajé en una
fábrica.
Pensé
que era una buena idea estar más cerca de mi casa y no tener que
recorrer todos los días cerca de 100 km. de ida y vuelta para ir a
trabajar. Confiaba en mis habilidades, mis recursos, mi experiencia,
para que no me importara dejar un contrato indefinido, que cambié,
por uno de obra y servicio. Me equivoqué.
A
los pocos días de incorporarme a mi nuevo trabajo, la realidad, como
siempre, me cayó encima dejándome noqueado. Para empezar, no tardé
en observar una falta absoluta de respeto y educación; de repente,
me vi trasladado a otra época de aprendizaje a golpes, y marcialidad
impuesta. Había sacrificado mi currículo y mi categoría
profesional, convirtiéndome en operario de producción y vaya si te
lo hacen valer. La desconfianza, y una voluntad férrea de su sistema
productivo contra el ser humano, te convierte en un inútil al que
hay que llevar de la mano. Los encargados se aplican en anularte para
luego intentar reeducarte, recalcándote continuamente que tu
iniciativa amparada por tus conocimientos del oficio no es necesaria
allí, y que ante cualquier eventualidad que se salga de tu función
debes comunicarla para que ellos la resuelvan. Uno escucha a estas
personas mirándolas desde muy lejos, observando su regocijo en un
ego equivocado y alimentado por sus dirigentes, que no son los míos
ni lo serán. Tengo que acatar su modo de hacer las cosas, aceptar
el sistema que tienen implantado dentro de sus muros, pero no voy a
alabarlo ni reconocerles el mérito de mi domesticación. Son
empresarios de una liga superior, pero yo también soy perro viejo y
su gestión del miedo no funciona conmigo.
Se
esfuerzan con ahínco en diferenciar y anular a todas las personas que
trabajan en producción, que no andan lejos de los tres mil, a
diferencia de los que trabajan en oficinas, que tampoco son pocos.
Éstos últimos hipnotizados por los halagos no tardan en asumir y
aceptar que son especiales, que son mejores, y que son importantes.
Cuando nos cruzamos en el pasillo durante los descansos, puedes notar
la corriente energética negativa que emana de ese roce físico en un
espacio reducido. Es sorprendente la capacidad para ser adoctrinado
del ser humano, bastan unas pocas alabanzas y ya crees que eres
alguien especial, que lame la mano que lanza la caricia y jura
fidelidad eterna.
En
el comedor y mediante varias pantallas, la empresa nos informa de su
crecimiento, de su política de empleo, de su preocupación por el
desarrollo y la sostenibilidad. Todo mentiras. Todo discurso
ofrecidos desde un canal interno y pensados con un solo objetivo: La
domesticación del individuo.
Hay
que reconocer que es efectiva, es cierto, que cuentan con años de
crisis, de atontamiento de las personas por una sociedad creada para
ello, de individualismos consumistas que nos ha llevado al borde de
la animalidad, pues se han esmerado en acabar con la inteligencia, en
desbastar sentimientos de disconformidad, de beligerancia, de
orgullo. Los obreros son ovejas asustadas de un lobo demasiado
grande: el propio miedo.
Constatar
esta realidad es demoledor. Ni siquiera la triste presencia de un
sindicato amarillo nos es regalada. Existe un sistema vertical a
través de la figura de un coordinador que gestiona los problemas de
los obreros con maneras propias de torpes padres o curas de casas de
acogida. Esto hace que se obvie continuamente las regulaciones del
convenio al que estamos sujetos.
Puedo
suponer con tristeza que esta realidad es la que existe en ésta
franja del mercado laboral en todo el país. Puedo suponer que han
ganado. El poder empresarial y económico nos aplasta una vez más,
interviene en la educación, en la formación, para que generación
tras generación, los obreros sirvan a sus propósitos sin armar
ruido, dejándose la piel para mayor gloria de la empresa y del
sistema capitalista. Puedo suponerles la satisfacción, el vivir
lejos de la realidad, de la humanidad. Son los sumos sacerdotes de
una liturgia perversa, lasciva y corrupta, cuyos dioses ponzoñosos
se distribuyen con cuenta gotas en forma de dinero. Dinero que
esbozará la forma de los desgraciados sueños de sus esclavos,
arrancándoles el espíritu y vendida el alma por un coche nuevo o
cualquier otro juguete tecnológico fabricados por obreros como él.
Una rueda diabólica a la que ni siquiera ellos saben poner freno.
Ellos
son Goliat, pero en este caso yo no soy David, no tengo madera de
reyes ni sangre azul. Mi estirpe se pierde en el abismo de la
podredumbre de la historia, siempre despreciados, siempre aplastados:
trabajadores de todo tipo, explotados y exprimidos que se revolverían
en sus fosas de la vergüenza si me vieran caer con la cabeza
agachada y la boca cerrada.
El
reverendo Yorick.
2 comentarios:
Mala leche. Mala leche y tristeza. Eso me ha producido su artículo.
Lo peor, la aceptación y sumisión de los trabajadores que ya no tienen conciencia de clase. Se consideran "CLASE MEDIA", aunque sean unos mierdas satisfechos con cuatro juguetitos. Están contentos y sus frustaciones -son sabedores-,las descargan contra otros de distinto color o contra los inmigrantes. Eso les tranquiliza y "realiza".Sentir que otros son inferiores les encumbra encima de un enorme montón de mierda, de su propia mierda.
¡¡MISERIA!!
P.D: Hace tiempo que nos siegan la hierba bajo los pies. MUchos no saben que el verdadero enemigo, de siempre es ESTADO-CAPITAL.
Veremos cosas que farán fablar las piedras.
Esperando más artículos suyos, como siempre. UN cordial saludo.
Se vende como una gran empresa que luego realmente es como un taller de barrio a lo grande pero con unos jefes de planta que solo se esmeran en menospreciarte, en presionarte y en intimidar, si al menos el sueldo acompañase pero ni aún así, estás todo el mes aguantando tonterías y todo lo dicho, trabajando a turnos, haciendo noches y festivos (muchos obligados bajo amenaza de despido) y luego tristemente cobras 1000€ si llegas, eso si no hay errores de nómina.
Cuando no hay material de almacén ni herramientas, parece que la culpa siempre es del empleado, y luego ves despilfarros de dinero en cosas duplicadas por mala organización y demás que no se entienden.
Ni hablemos que allí no hay un sindicato ni nada que se le parezca, para haber tal cantidad de trabajadores no estaría de más que hubiese algo o alguien que representase a los trabajadores y luchase por unas mejoras, pero lo único que se ve es gente marchándose constantemente de la empresa a cualquier otra viendo lo que hay, en vista de que no se va a conseguir nada.
Allí todo el mundo es peón, da igual que tengas estudios, experiencia o que lleves 5 años, cobra lo mismo el que va recogiendo el cartón que el que está montando un equipo, es normal que la gente no se preocupe.
La suerte que tiene Power es que pocas empresas consiguen vender este tipo de productos y menos aún (no me extraña) a estos precios, por eso sigue adelante, pero esto no durará para siempre
Y que no vengan con que están expandiendo, que en Higueruelas ya eran así
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Llegas allí el primer día, ilusionado por trabajar en una multinacional con un gran futuro, con ese nombre tan poderoso, POWER ELECTRONICS...!!..ohhhhh...pues bien, te basta media hora para darte cuenta de que aquello es un desastre organizativo, los nuevos vamos todos como pollos sin cabeza, .....no hay carretillas para todos!!..no hay PDAs....!!!...que tengo que hacer?...ponte a barrer o algo así!!..te dicen, ..que no te vean parado..jajaja..y pasa un día y otro...y nada mejora..o a lo mejor te mandan con una furgoneta a recoger un material a no se donde,....ahora soy transportista también!!!!..en fin 2 meses que no me aportaron nada....decepción absoluta!!!..
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Unos genios los jefes de planta, la produccion parada y lo mejor que se les ocurre es limpiar. Y cuando te quedas parado se quedan mirandote con cara de tontos como si fuese a solucionarse por arte de magia. Y cuando tienen toda la fabrica parada te mandan a casa a las 2 horas de entrar un viernes y luego van buscando voluntarios para el fin de semana.
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