Esta
primavera de falsas lluvias
acusa
la esterilidad de unas golondrinas
que
intuyeron estos páramos de yerma ceniza
donde
las osamentas de antiguos dioses
pavimentan
la senda que conduce al Tártaro
Perséfone
luce estigmas en sus manos enracimadas
adoctrinada
por asesinos de casullas raídas
las
ojeras desecadas que bordean sus ojos
presumen
de la opulencia de la enfermedad
sus
pechos repletos de veneno
amamantan
la estirpe enferma de unos hijos
que
horadan la tierra putrefacta
para
enterrarse unos a otros
los
árboles sucumben
devorados
por fábricas de crucifijos
que
soportarán el peso de aquellos desdichados
que
se creyeron nacidos para el martirio
como
ese nuevo dios
cuyo
culto sepulta las ramas
de
un paganismo festivo que sabe cercano
la
hora señalada de su fin
la
historia entierra a sus hijos
en
nichos de puertas inexpugnables
donde
los gusanos se asfixian
y
desintegran su transformación
en
pozos vendidos a la oscuridad
paloborde
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