MARTIN EDEN
JACK LONDON
12 enero de 1876. SAN FRANCISCO. Estados Unidos
22 noviembre de 1916. GLEN ELLEN. Estados Unidos
Se volvió hacia su
amigo, que continuaba con la carta, para, luego, mirar los libros apilados en
la mesa. Sus pupilas brillaron con la mirada del hambriento que ve comida.
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Por
ella podía vivirse, merecía un esfuerzo para conquistarla, era digna de que se
luchase por ella y, asimismo, de que por ella se muriese. (…)
Allí
estaba el esfuerzo, algo que dominar con la mente y con las manos, un mundo
nuevo que conquistar; al instante, desde el fondo de su subconsciente, brotó la
idea de conquistarlo para ganarla a ella,
a aquella muchacha rubia y espiritual, que se sentaba a su lado.
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Ruth
conocía muy bien a Browning, pero nuca se le ocurrió que pudiera resultar
incómodo jugar con las almas ajenas. Conforme aumentaba su interés en Martin,
remoldearle se fue convirtiendo en una pasión.
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Se
emocionaba con esas pruebas de su poderío, que demostraban que era una mujer y,
como todas las hijas de Eva, se divertía atormentándole y jugando con él.
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Trabajaba a diario y,
a diario, el cartero le traía sus originales rechazados. Carecía de dinero para
comprar sellos, por lo que los originales se amontonaban bajo la mesa.
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Martin
volvió a la casa de empeños con el traje y la bicicleta. Los de la máquina de
escribir protestaban nuevamente por la falta de pago, recordando que los meses
se abonaban por adelantado.
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Con
toda inocencia imaginaba, en el pasado, que cualquier persona bien acomodada,
superior a la clase obrera, tenía inteligencia y sensibilidad.
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En
literatura, cada una de las puertas del éxito está guardada por esos perros de
presa, que fracasaron como literatos. Los directores, los subdirectores, los
redactores jefes y los asesores que leen los originales, en su mayoría, por no
decir todos, son gente que quiso escribir y que fracasó.
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Nadie
les fabricaba sus opiniones; eran rebeldes de una clase u otra y en sus labios
no cabían los lugares comunes.
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-¿Por
qué no te atreviste antes? -preguntó con aspereza-.¿Cuando yo no tenía un
empleo? ¿Cuándo pasaba hambre?¿Cuando era exactamente el mismo de ahora, tanto
como artista que como hombre, el mismo Martin Eden? Esa es la pregunta que me
hago continuamente, no tan solo acerca de ti, sino de todo el mundo. (…)
Es
por el reconocimiento que he recibido. Y ese reconocimiento no forma parte de
mí. Reside, tan solo, en la mente de los demás. Y también por el dinero que he
ganado y que sigo ganando (…) Está en los bancos y en los bolsillos de
cualquiera. Y es por eso, el reconocimiento y el dinero, por lo que ahora tú me
quieres.
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“¡De
que no vuelvan los muertos!” El verso le hizo sentir una profunda gratitud. Era el único benéfico
existente en el Universo. Cuando la vida resultaba una doliente carga, la
muerte proporcionaba el anhelado sueño. (…)
Fue
a caer en un mar de espuma blanca… Casi antes de que Eden se diera cuenta, el
buque se hallaba ya lejos, cabalgando sobre la espumosa superficie. (…)
Y,
allá en el fondo, se desplomó en las sombras. Esto fue lo que supo. Había caído
en la oscuridad. Y, en el instante de saberlo, dejó de saber.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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