LA MALCASADA
CARMEN DE BURGOS. “COLOMBINE”
10 diciembre de 1867. RODALQUILAR. España
9 octubre de 1932. MADRID. España
La
madre daba codazos a las niñas si se distraían, para que no dejasen de saludar
a los señores que se quitaban el sombrero a su paso, y el codazo era más fuerte
cuando se trataba de alguno de los ricos uveros de los pueblos, a los que
asediaban todas las chicas casaderas.
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Cuando
el mismo día de la boda tomó el tren, con su marido, para ir a Almería, comenzó
su desencanto. No encontró en la brusquedad del deseo de Antonio la dulce
ternura y la suave caricia que había esperado.
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Para
Antonio, como para casi todos los hombres de aquel país moruno, la esposa era
una servidora más. (…)
Antonio,
tan buen mozo y tan jacarandoso, le causaba una repugnancia invencible. Lo
prefería enfadado a amoroso. (…)
¿Tendré
que soportar esto toda mi vida? ¿Sin remedio? ¿Siempre así? ¡Siempre!
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Las
militaras formaban como clase aparte
y rara vez se trataban con las civilas.
Parecía que andaban entre ellas con el escalafón en la mano, según se exigían
unas a otras el respeto que correspondía al grado de sus maridos. Así la coronela mandaba en la capitana y ésta a su vez en la tenienta.
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Las
mujeres no eran más que seres a propósito para tenerlas en casa, a fin de que
los cuidaran y les sirvieran pasivamente de regalo en sus ratos de ocio; pero a
las que no se les podía dedicar demasiado tiempo ni hablar con ellas de asuntos
que, dada su escasa cultura, no entenderían.
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Los
políticos se dividían entres clases: caciques, parásitos y matones.
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Aparecían
las quejas, el descontento: eran en su mayoría
malcasadas, resignadas, como seres en los que no se había definido la
personalidad; pero que sufrían con paciencia bovina la carga de una vida vulgar,
sin ideales, sin satisfacción, sin aspiraciones.
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Su
marido no volvía hasta después de salir el sol, rendido de sus noches de
juerga, e iba directamente a su cuarto, sin preocuparse de su mujer.
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…siempre
ocupada en sus tareas de juntas de San Vicente, o de la comisión de señoras de
la Agencia Exprés, que, a cambio de ciertos ejercicios y ofrendas, expedían
billetes para ir al cielo en tercera, segunda y primera clase, según la cuantía
de sus donativos.
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Adela
era celebrada como modelo de buena pasta, porque consentía que su marido pasase
las noches fuera de casa y la querida estuviese cubierta de joyas cuando ella
apenas tenía qué ponerse.
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-Nosotros
tuvimos una criada que vino un día llorando amargamente a decirle a mi difunta
esposa: “Soy muy desgraciada. Mi marido no me quiere. ¡Hace cerca de dos meses
que ya ni siquiera me pega”.
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Dolores
había experimentado, al salir de su casa en compañía del Juez, una sensación de
bienestar, Esa sensación de la persona, largo tiempo encerrada, que abre un
balcón sobre el campo y respira a gusto.
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-¡Los
hijos! –exclamó Dolores-. ¡Pobres hijos! Yo me alegro ya de no haberlos tenido,
si habían de ser el lazo enojoso que me uniera a ese hombre.
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Paca
se iba ya ajamonando y la muchacha tenía para Antonio un atractivo casi de
incesto. Despertaba el apetito que las queridas, remozando a éstas con su carne
joven, tienen para los viejos libertinos.
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-Pero
una vez separados…
-Él
conserva siempre, mientras el divorcio no se falle, y no se falla nunca, una
autoridad sobre usted. Él podrá vivir libremente, formarse un hogar a
gusto…Pero el día en que usted llegase a obrar con igual libertad, tendría
derecho a recluirla en un convento y hasta a matarla.
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-Es
inhumano condenar a dos personas a vivir juntas, aunque no hubiera motivo
ninguno para su repugnancia.
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Entonces
él la soltó y le descargó con la mano derecha un bofetón que le hizo
tambalearse. (…)
Fue
un segundo… aleteó el odio, el deseo de librarse del único modo que podía
hacerlo… gracias al crimen…
Quedó
espantada del súbito silencio de su marido. Había caído a su lado, boca arriba,
con los brazos tendidos. Las tijeras seguían clavadas en su pecho y la sangre
empurpuraba su camisa.
Tuvo
un grito de terror.
-¡Lo
he matado!
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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