¡Joder!
Dijo el comisario. ¡Todo iba bien, hasta que han llegado los de el
Real de San Garruliano y la han liado! Ya le advertí, dijo el
teniente, estos llevaban a la gresca varios años, y hoy han
estallado. El comisario daba vueltas a la mesa, como un rinoceronte
loco mientras maldecía por lo bajo. ¡Joder! ¡ya me han jodido el
día! ¡Ahora aparecerá la tele, y los de Madrid, y nos tratarán
como a unos incompetentes!
El
teniente lo miraba con una mano metida en el bolsillo con la que se
entretenía manoseando unas cuantas monedas; sabía del carácter de
su jefe, de su mala follá, famosa en todo el pueblo. Aunque hoy le
daba la razón. Esos hideputas de la aldea la habían liado de
verdad. ¡Es que manda narices! Cinco habitantes en el pueblo y miran
que han dado guerra; cada cuatro años igual. Qué si tu votas a fulano, que si el otro a zutano, qué si quién quiere ser
alcalde. El teniente no recordaba el número de historias que habían
resultado de las elecciones en ese pequeño pueblo, sobre todo desde
los últimos quince años que sólo tenía cinco habitantes. Los
conflictos habían sido continuos por culpa de esa vehemencia
vecinal que derivaba de sus diferentes facciones políticas.
Y el
comisario sin hacer caso, mira que hace años que le dije que estos
la acabarían liando. A saber, dos del PP, dos del PSOE y uno, que
había ido siempre por libre, o no votaba, o votaba a cualquier
partido, solo por fastidiar, o se le ocurría cualquier tontería
para reírse de los otros. Seguro que en el fondo era anarquista.
Pensaba el teniente recordándolo.
No
era natural del pueblo, había llegado allí hacía mucho. Era
maestro o algo así, lo cierto es que tenía estudios, no como los
otros que solo pensaban en hacerse alcalde para beneficiarse o
engatusar a los otros con chorradas grandilocuentes, que si las
fiestas del pueblo, que si iban a montar una piscina ¡pero si eran
cuatro gatos! La cuestión era que los cinco hacía años que no se
hablaban y después de la crisis, con la llegada de los nuevos
partidos había sido peor. De modo que tarde o temprano tenía que
ocurrir. Ahora el comisario y él tendrían que quedarse echando unas
cuantas horas hasta que el caso se aclarara y los de arriba se fueran
satisfechos. Tendrían que atender a la prensa, y parecer
profesionales para que no los tomaran por catetos.
¡Menuda
mierda! Pensó el teniente. ¡Qué cabrón el maestro! El teniente no
pudo reprimir una sonrisa, la verdad es que había tenido gracia.
Desde
hacía muchos años, se llevaran mejor o peor, los cinco habitantes
de el Real de San Garruliano habían votado a primera hora de la
mañana. Luego llamaban a la regional y cerraban el ayuntamiento y
cada uno a lo suyo. Pero hoy, al maestro se le ocurrió que no iba a
darle ese gusto a sus vecinos. A sabiendas de que la historia se
repetiría y que él iba a ser el convidado de piedra del próximo
gobierno, decidió hacer que sus vecinos se sacrificaran de verdad
por la política y acudió a votar a las 19:55h. Claro los vecinos le
dijeron de todo, aparte de que durante el día habían pasado por su
casa como unas seis veces para comprobar que no estaba enfermo. Y no
solo no lo estaba sino que a juzgar por la música que salía por las
ventanas, el tío se lo estaba pasando de puta madre. Eso fue
demasiado para aquellos partidarios del orden y la ley. Y el colmo
llegaría cuando acudió a votar a última hora y riéndose de sus
vecinos.
A
los del Real de San Garruliano nadie les gana a brutos. Allí se lió
una montonera de narices, Cuando llegó la Guardia Civil, se encontró
el ayuntamiento abierto y a sus cinco vecinos muertos y en las más
extrañas posiciones, desde el alcalde saliente con la urna
incrustada en la cabeza, hasta la concejala del PP aplastada por la
mesa. También hubo tiros, y sangre por todas partes.
El
teniente miraba las fotografías que había tomado la científica y
movía la cabeza pensando en tanta locura.
Por
la tele daban los resultados de las elecciones, había ganado una
coalición de derechas. El teniente apuró el carajillo mientras
escuchaba los exabruptos del barman y los gritos de fondo del
comisario, preguntándose si este puto país tendría arreglo alguna
vez.
Yorick.
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