AQUÍ YACEN DRAGONES (Cuentos)
I
FERNANDO LEÓN DE ARANOA
20 mayo de 1968. MADRID
LAS SIETE TUMBAS DEL
SR. BAREA
En el cementerio de Calonge cerca del
municipio foral de Etienne, en la Provenza francesa, hay siete tumbas con el
mismo nombre. En ellas están enterrados los siete hombres que fue el señor
Barea; educado los domingos, pusilánime en los hospitales, capaz ante sus
empleados, tierno con ella a solas, iracundo sin motivo, obstinado en el error
y, frente a los débiles, débil.
Su viuda le llora indistintamente ante
ellas, dependiendo de a cuál de los siete hombres que fue su marido añore más.
EL ERROR DE
ARQUÍMEDES
La pequeña Masha, sumergida a media
tarde en la bañera, con jabón y patitos de colores, desaloja una cantidad de
agua por el suelo del cuarto de baño muy superior al volumen de su cuerpo
pequeño.
ACUERDO
Acuérdame de ti,
que yo te acordaré de mí.
RISAS
¿Pero de qué carajo se ríe la vaca que
ríe?
A BUENAS HORAS
Después de sesenta años de matrimonio
le cambiaron a su mujer. Por una mucho más joven y bella, de pómulos marcados y
desafiantes pechos bajo la ligera camisa de seda negra.
Anselmo pensó que la luz cenital de la
cabina siete del tanatorio municipal favorecía a aquella señita que, como por
arte de magia, había aparecido rodeada de flores al levantarse la persiana, al
otro lado de la mampara de metacrilato.
Y al instante se dio cuenta de que
habían estado hechos el uno para el otro. Sonriente pese a las circunstancias,
se adivinaba en ella a una persona bondadosa, amable; una de esas mujeres que
pueden hacer de la vida un lugar.
Lejos de molestarse o reclamar, Anselmo
rompió a llorar al verla. Como si no se hubiera dado cuenta del error, o quizá
porque se había dado cuenta.
A buenas horas, alcanzó a decir en voz
baja.
Y siguió llorando buena parte de la
noche, desconsolado por lo que la vida, prestidigitadora cruel, le mostraba
fugazmente para después negárselo: un recuerdo equivocado, un deseo concedido a
otro.
Uno de esos goles fuera de tiempo, que
suceden cuando ya te has ido del estadio.
INSTRUCCIÓN ÚNICA
PARA DESHACERSE DE UN CADÁVER DE TAMAÑO MEDIO
Independientemente de los motivos que
inspiran el asesinato y del modo en que éste se hay llevado a cabo, expertos
consultados recomiendan, como la fórmula más eficaz y segura de deshacerse de
un cadáver de tamaño medio, introducirlo en una maleta grande, acercarse al
aeropuerto más cercano y facturarla en cualquier compañía aérea hacia un
destino del que le separen al menos tres escalas internacionales. La maleta y
su contenido desaparecerán en el trayecto sin que nadie acierte a dar con su
paradero, y a cambio usted recibirá una compensación económica nada desdeñable.
Este procedimiento puede ser empleado
también para deshacerse de un cadáver de tamaño grande, con el único
inconveniente de que en ese caso deberá abonar una penalización por exceso de
peso.
LA VANIDAD DE LOS
DIOSES
En la trasera de Alameda, casi esquina
con Hidalgo, frente a la tapia larga del Taller de autos Galarza, donde
garantizado te cambian la luna del parabrisas en sólo una hora, hay una
tabernita que frecuentan los dioses. En ella se disputan la autoría de los animales,
la noche y el viento, se prestan con vuelta sus libros sagrados, y se agarran a
trompadas, ya borrachos.
Subidos a las mesas, alardean de su
obra y comparan sus paraísos terrenales. Truenan vociferantes quién tiene más
fieles y quién más ministros, a la gloria de cuál se levantaron los templos más
altos, pero también de quién abjuran los viejos con más frecuencia.
¡A mí me pintó Miguel Ángel!, grita uno
de ellos haciendo callar a los otros, pero luego necesita ayuda para salir del
retrete, ese cuyo pestillo nunca ha terminado de funcionar bien.
Hacen entonces milagros, multiplican
los panes y la ensaladilla, y convierten el vino en vino mejor. Luego cantan
abrazados y salvan con dificultad los dos escalones que llevan a la calle. A
menudo prolongan la discusión en la puerta de la tabernita molestando a los vecinos, que les arrojan agua desde sus
balcones para ahuyentarlos. Y así, empapados pero satisfechos, regresan a sus
casas por las calles desiertas de la ciudad, rodeados de las más terrible soledad.
Los dioses caminan en tales ocasiones
sin prisa, porque saben que nadie les aguarda en ellas.
ABDEL, EL DE LOS
BARCOS
Le llaman el de los barcos, aunque vive
en el desierto.
Sentado a la puerta de su jaima, con un
té en la mano, Abdel cuenta su historia a todo el que quiera escucharla.
Siendo muy joven, sus padres le
enviaron al extranjero a hacer sus estudios universitarios. Cuando regresó,
Abdel era ingeniero naval, pero su país había perdido el mar. Se lo quedó
Marruecos, aprovechando la salida de España de su colonia, que confinó al
pueblo saharaui al interior del desierto.
Desde entonces todos le llaman Abdel el
de los barcos, porque sabe cómo hacerlos, pero vive en el desierto.
Sentado a la puerta de su jaima, con un
té en la mano, Abdel entorna a veces los ojos y en el horizonte infinito de
arena, entre las dunas, ve alejarse la silueta de los barcos que nunca hizo,
sus bodegas llenas de los sueños no cumplidos de su pueblo.
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EL
BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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