NOSOTROS
YEVGUENI IVÁNOVICH ZAMIATIN
1 febrero
de 1884, LEBEADIN, (Rusia)
10 marzo
1937, PARÍS
Y vuestra
misión es la de someter al bendito yugo de la razón todos aquellos seres
desconocidos que pueblen los demás planetas y que tal vez se encuentren en el
incivil estado de la libertad.
¡Estado
Único, salve! ¡Salve, Bienhechor!... ¡Salve, números!
Como
siempre, sonaba por todos los altavoces de la fábrica el himno nacional del
Estado Único. En filas de a cuatro los números marchaban al compás de las
solemnes melodías… Centenares, millares, todos en sus uniformes gris metálico,
con la insignia dorada en el pecho: con el número que nos ha sido asignado por
el Estado, el que llevamos.
Cada
mañana, nosotros, una legión de millones nos levantamos como un solo hombre,
todos a una misma hora, a un mismo minuto. Y a un mismo tiempo, todos, como un
ejército de millones, comenzamos nuestro trabajo y al mismo instante lo
acabamos.
Como se ha
sabido por fuentes bien informadas, se descubrieron los indicios de una
organización que hasta ahora no se ha podido desmembrar, cuya finalidad es
liberar a los números del benefactor yugo del Estado.
Si la
libertad del hombre es cero, entonces no comete delitos. El único medio de
preservar al hombre del crimen es salvaguardarse dela libertad. Apenas lo hemos
conseguido, ya vienen unos miserables tunantes y…
-Es la
vieja leyenda del Paraíso… claro que amoldada a nosotros, trasladada al
presente. A aquellos dos, en el Paraíso se les había puesto ante una
alternativa: o dicha sin libertad o libertad sin dicha. Y aquellos ignorantes
eligieron la libertad. Era de esperar. Y la consecuencia natural y lógica fue
que durante siglos y siglos añoraron las cadenas.
Hoy la
poesía ya no es un sollozo dulzón de ruiseñores, sino que, al servicio del
Estado, se ha convertido en un elemento funcional y útil.
Consentir
al “yo” cualquier derecho frente al Estado Único sería lo mismo que mantener el
criterio de que un gramo pueda equivaler a una tonelada.
-Claro: es que los niños son los únicos filósofos
valientes. Y los filósofos valientes son como los niños, son verdaderamente
infantiles. Pues, como los niños, hay que preguntar siempre:¿Y qué más?
La risa es
el arma más mortífera que existe. Con la risa se puede matar, asesinar a todo,
incluso a la misma muerte. El reconocimiento de esta verdad fue para mí como un
relámpago.
Allí nos
ataron a las mesas y luego fuimos sometidos a la intervención quirúrgica: la
extirpación de la fantasía.
¡La razón
ha de vencer!
EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
No hay comentarios:
Publicar un comentario