UN NIÑO
THOMAS
BERNHARD
9 febrero de 1931. HEERIEN. Países Bajos
12 febrero de 1989. GMUNDEN. Austria.
Nadie ha encontrado
ni encontrará jamás.
VOLTAIRE
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Mi abuelo me lo había advertido
siempre: el mundo es repugnante, implacable, mortal. Cuánta razón tenía.
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Los anarquistas son la sal de la
tierra, decía una y otra vez. Me fascinaba también aquella frase, era una de
sus frases habituales, cuyo sentido total, lo que quiere decir completo, como
es natural, sólo puede comprender poco a poco.
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El pequeño espíritu comercial, el
pequeño espíritu en general, la bajeza y la tontería. Estúpidos como ovejas se
agrupan los pequeños comerciantes alrededor de la iglesia y balan a morir, día tras
día. Nada era más repugnante que una pequeña ciudad, y precisamente la clase de
pequeña ciudad que era Traunstein erala más abominable.(…)
Unos pasos por esa ciudad y se
ensuciaba ya uno, unas palabras habladas con alguno de sus habitantes y había
que vomitar.(…)
No había conversación, no había
enseñanza por su parte a la que no siguiera inevitablemente la afirmación de
que el bien más precioso del hombre era sustraerse al mundo por su libre
decisión mediante el suicidio, matarse cuando uno quisiera.
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…la llamada normalidad quedaba bajo
nosotros, y no nos atrevíamos a precipitarnos en esa normalidad, porque
sabíamos que tal zambullida hubiera significado nuestra muerte segura.
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La iglesia católica era para él un
movimiento de masas totalmente vil, nada más que una asociación embrutecedora
de los pueblos y explotadora de los pueblos para recaudar incesantemente el
mayor capital imaginable; a sus ojos, la
Iglesia vendía sin escrúpulos algo que no existía, a saber, un Dios bueno y, al
mismo tiempo, también malo, y expoliaba en todo el mundo, de millones de formas,
hasta a los más pobres entre los pobres, con el único fin de aumentar
incesantemente su fortuna,.. (…)
Todo el que vende algo que no existe es
acusado y condenado, pero desde hace milenios la Iglesia vende a Dios y al
Espíritu Santo abiertamente, con absoluta impunidad. Y además sus explotadores,
hijo mío, y por lo tanto los que mueven los hilos, viven en palacios
principescos.
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Las escuelas en general y las escuelas
primarias en particular eran instituciones horribles que destruían a los
jóvenes ya en sus comienzos. La escuela, de por sí, era asesina de niños. Y en
aquellas escuelas alemanas era, en suma, la tontería la norma y la perversión
del espíritu el elemento motor. (…)
¡Y qué viles son muchos maestros!
Cuando en su casa los tiranizan sus mujeres, se desahogan en la escuela con los
niños. (…)
Enviamos a nuestros hijos a la escuela
para que se vuelvan tan repulsivos como los adultos que encontramos a diario en
la calle
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Desde su más temprana edad, desde
Basilea, como decía siempre, mi abuelo había acumulado libros, no tenía dinero,
pero sí cada vez más libros. Miles. En su cuarto de trabajo de la casita de
campo de Mirtel no habían tenido sitio, y en su mayoría se habían guardado en
el desván.
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Sólo por amor a mí abuelo no me maté en
la infancia, de otro modo me hubiera resultado fácil, en fin de cuentas el mundo
fue para mí durante muchos años un peso inhumano que amenazaba aplastarme
ininterrumpidamente.
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EL
BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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