PICNIC EN HANGING ROCK
JOAN LINDSAY
16 noviembre de 1896. ST. KILDA EAST. Australia
23 diciembre de 1984. FRANKSTON. Australia
Edith, con el perfil propio de una nia de
catorce años, aunque muy blanquecino e idéntico al de una almohada rellena en
exceso, elevaba los ojos hacia la ventana de una de las habitaciones del primer
piso…
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Tan pronto descubrieron el brillo del
laurel de montaña sobre las plateadas hojas del cornejo, como una oscura
hendidura entre dos rocas, donde el culantrillo temblaba como verde encaje.
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Siendo como era una mujer pudorosa, que
consideraba que una dama no debía pronunciar jamás la palabra corsé en
presencia de un caballero, no hizo mención alguna acerca de aquel detalle, y
nunca se lo comentó al médico, quien, a su vez, simplemente asumió que la niña
había sido lo bastante sensata como para ir al picnic de la escuela sin aquella
prenda de vestir tan tonta, responsable, en su opinión, de mil dolencias
femeninas.
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Ejercería un mayor control sobre el
personal, siempre tan parlanchín, y haría cumplir la norma que prohibía que las
niñas conversaran si no se encontraban bajo la supervisión de una institutriz.
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-Una mujer puede apreciar todo lo que
necesita saber sobre un joven en el breve instante que dura el parpadeo de un
ojo –comentó Mademoiselle.
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Y allí estaba Dios en persona, en una
vidriera roja y azul. Un anciano aterrador que se parecía bastante a su abuelo,
el conde de Haddingham, y que se había sentado en una nube desde donde se
entrometía en las vidas de todos a los que abarcaba con la mirada.
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EL
BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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