Nacer hay que nacer, eso
no podemos discutirlo. Solo hace falta que dos cretinos se junten una
noche de calentón y ya te la han liado. Y ahí va tu mitad, ese
pequeño espermatozoide medio idiota que culebrea entre otros como
él, camino de un óvulo que tampoco atesorará mayor inteligencia.
Porque si crees que en los genes de los pringados de tus padres hay
algún rastro de superdotado o algo parecido, imagina por un momento
que los huevos de tu progenitor son uno de los bombos del sorteo de
navidad, y los ovarios de tu madre el otro. Bueno, pues las
posibilidades de que te toque el gordo, o el óvulo o espermatozoide
adecuado son igual de chungas, y encima vas a nacer en España a
mediados de los años 60, lo que equivale a decir de antemano, que
serás una mierda pinchada en un palo, pero eso tu, todavía no lo
sabes. Ahora eres poco menos que un coágulo sanguinolento que se
agarra al útero de tu mamá, si pudieras tener conciencia de lo que
te espera dentro de nueve meses, más o menos, yo disfrutaría al
máximo de la paz en la que estas sumergido. Pero no te acostumbres,
mira, ya estás de parto, y tu estarás pensando: ¿Qué pasa?
Bienvenido al mundo, chaval, y ahí llegan tus primeros cachetes,
para que te vayas acostumbrando ¡qué simpático el médico! Dicen
que es para que respires, manda huevos. ¿Qué tal el frío? ¿Y las
luces? ¿Y los gritos? ¡Ah! Espera que todavía no te lo he dicho,
que no eres el primero, tus padres ya tienen otros niños: tus
hermanos, tres en concreto a cual más cabrón.
Empieza esa primera etapa
de tu vida que es la infancia, parece mentira, en nueve meses pasas
de ser una célula microscópica a pesar 3,5 kgs. Y ahora vas a
tardar unos quince años en enterarte de que va esto, y poder valerte
por ti mismo. Los primeros años, aprenderás a balbucear algunas
palabras, tus padres seguramente te chantajearán por separado para
que les nombres antes que al otro, al principio te tolerarán bien,
te limpiarán el culo y todo eso, pero en cuanto te manden al
colegio, te van a llover las hostias por todas partes. Aunque alguna
ya te la has llevado ¿Qué no te acuerdas? Ves esa pequeña
cicatriz encima de tu ceja izquierda, pues te la hizo tu hermanito
querido, en un ataque de celos, tiró su camión de bomberos de Payá
dentro de la cuna donde tu dormitabas, abriéndote de paso la cabeza.
Ahora en el colegio tendrás que torear con cien o doscientos idiotas
asilvestrados que tratarán de limpiarse sus zapatos -segarra-
contigo. Así por lo menos hasta los catorce años, que terminarás
la E.G.B. Si es que la terminas. ¿Has conocido ya a tus profesores?
Durante los primeros años, te toparás con los típicos franquistas
trasnochados, de bigotillo afilado y mano suelta, y a sus féminas
compañeras, algunas más secas y cabronas que los del bigote. Ya
sabes las muchas utilidades que puede tener una regla de madera en
manos de estos remedos de Millán Astray, que se desviven por hacer
alguien de ti. A partir de la mitad de la década de los 70,
empezarán a aparecer en tu vida los maestros de chaqueta de pana y
coderas, comunistas frustrados que se vanaglorian de contarte
episodios oscuros de la historia de España, creyendo que te están
plantando la semilla de la revolución, y tu ya estás pendiente de
eso que te cuelga entre las piernas, y que parece tener vida propia,
empiezas a intuir que aquellos sirve para algo más que para mear,
sobre todo cuando te cruzas con alguna niña en la calle, con sus
uniformes escolares y sus gafas de culo de botella, por cierto, las
mismas que llevas tu desde los cinco años.
¿Qué tal por casa? Con
tus hermanos mayores, esos sádicos a los que matarías si pudieras,
siempre empeñados en hacerte la vida imposible, compartiendo ese
pequeño cuarto con dos literas y un armario ridículo, aunque para
la ropa que teneís, bien llega. Se la compran al mayor, cuando se le
queda pequeña, pasa al siguiente, y así sucesivamente hasta que
llega a ti, vestido siempre fuera de lugar, con los pantalones de
campana cuando hace cinco años que no se ve ninguno. Puedes pensar
como algo bueno el regocijo que causas en los demás cuando te ven
así vestido. ¡La risa es algo bueno, hombre! No te lo tomes así.
¿Y cómo llevas el asunto de Dios? Si, ese que dicen que estás en
todas partes, y que casi todo lo que haces en la vida y te gusta, es
pecado. De la mano del cura que te dio la comunión no parece un tío
muy agradable ¿Verdad? El cura gordo y apestoso que escupe sin
vergüenza ninguna en la iglesia y que tiene acojonada a la mitad de
la parroquia, has oído las historias de él en la guerra, y te
puedes imaginar, como su jefe sea la mitad de hijoputa la que te
espera cuando acudas a su presencia a rendir cuentas.
Ya has terminado tu
formación, bueno esta podía haber seguido, pero ponerte a trabajar
tampoco está mal, sobre todo para la economía familiar, que hay
muchas bocas que alimentar. Y tu que pensabas que tus profesores eran
duros. Pues prepárate para aguantar al patrón, ese que te va a
sacar la sangre hasta que te vayas a la mili, por cuatro duros que te
va a dar, con la excusa de enseñarte una profesión, y cuatro duros,
de los que apenas veras alguna peseta, después de que tus padres
agarren el sobre semanal. ¿Tienes sueños? Déjame
adivinar....Echarte una novia, mejorar en tu trabajo, casarte y tener
hijos. ¡Qué difícil me lo has puesto! Ves como tenía razón al
principio, cuando te decía que eras otro idiota más. ¿Que tu no
entiendes de política?
Claro, claro, eso déjaselo
a otros, que ya decidirán por ti, y ya te dirán lo que debes hacer,
y a quién has de votar, ellos se encargan, velarán por ti, y por
tus hijos ¿Ya te va a nacer el tercero? ¡Qué tío! Venga, confía
en nosotros, que labraremos un porvenir para todos, pero tu no te
despistes ¿Eh? Sigue trabajando duro, que tus derechos ya te lo
negociamos nosotros, siii, y tu pensión también, tranquilo, que
estamos trabajando para hacer un país más grande, con prestigio en
Europa, que para eso fue nuestra una vez y que nosotros somos muy
nuestros, ya verás, ya verás, lo orgulloso que van a estar tus
hijos de ti.
Yorick.
1 comentario:
Como siempre, muy bueno señor Yorick. Me retrotrae a ese tiempo grisáceo.
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