LOS LIBROS
EN MI VIDA de HENRY MILLER
Los libros
deben mantenerse en constante circulación como el dinero. ¡Prestad y tomad
prestado ambas cosas: libros y dinero! Pero especialmente libros, porque los
libros representan infinitamente más que el dinero.
Sin el
lector entusiasta, que en realidad es el equivalente del autor y muchas veces
su más secreto rival, el libro moriría.
Se aprende
del más pobre de los escritores, siempre que haya hecho todo el esfuerzo
posible.
Una de las
pocas recompensas que el escritor obtiene por sus tareas es lo de convertir a
un lector en un cálido amigo personal.
El libro
vive a través de la apasionada recomendación de un lector a otro.
Más que
nunca creo que a cierta edad se hace imperioso releer los libros de la niñez y
la juventud. De lo contrario podríamos marcharnos a la tumba sin saber quiénes
somos ni por qué hemos vivido.
Se lee
para corroborar, o sea para gozar los propios pensamientos expresados en las
múltiples maneras de los demás.
¡Maravilloso
momento en la vida de una nación cuando es invadida por autores extranjeros!
Sólo el
hombre que vive con los ojos abiertos de par en par es capaz de gozar un libro,
de extraer lo que hay de vital en él.
Quien tema
descuidar sus deberes por leer cómoda y reflexivamente cultivando sus propios
pensamientos, descuidará sus deberes de todos modos.
Desde “La
Plaza de la Vida” donde adquirimos nuestra condición de muchachos, pasamos a la
Tumba de la Muerte, la única muerte que el hombre tiene derecho a evitar y
eludir: la muerte en vida.
No somos
individuos (LOS NORTEAMERICANOS) y tampoco somos miembros de una gran
colectividad. No somos demócratas, ni comunistas, ni socialistas, ni
anarquistas. Somos simplemente una díscola turba. Y el signo por el cual se nos
conoce es la vulgaridad.
EL BOBO DE KORIA
(RECOPILADOR)
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