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En la España de 1815

Cuando se me presentaba alguno en cuya facha conocía yo que era hombre de posibles, mayormente si venía de provincias con cierto cascarón de inocencia, lo recibía cordialmente, nos encerrábamos, conferenciábamos a solas, le persuadía de la necesidad de tapar la boca a la gente menuda de las oficinas, conveníamos en la cantidad que me había de dar, y si se brindaba rumbosamente a ello, cogía su destino. Siempre era una friolera, obra de diez, doce o veintemil reales, lo que cerraba el contrato, menos cuando se trataba de una canonjía, pensión sobre encomienda u otro terrón apetitoso, en cuyo caso había que remontarse a cifras más altas Si nos arreglábamos, se depositaba la cantidad en casa de un comerciante que estaba en el ajo, y después yo me entendía con los superiores.
MEMORIAS DE UN CORTESANO DE 1815 – BENITO PÉREZ GALDÓS

“¡Viva el Rey absoluto!” resonaban por doquiera. ¡Oh feliz consorcio de la Monarquía absoluta y la Religión santísima! ¡Quiera el Cielo que existas luengos siglos y que ambas instituciones, hijas de Dios, vaya siempre de la mano y partiendo un piñón, para que los fieles cristianos, súbditos del encantador Fernando (Fernando VII), vivamos pacíficamente en la tierra, libres de revoluciones impías y de locas mudanzas!
MEMORIAS DE UN CORTESANO DE 1815 – BENITO PÉREZ GALDÓS

Recogió Fernando (Fernado VII) las peticiones con tanta bondad, que era imposible contener las lágrimas viéndole. A todos prometía villas y castillos, dirigía algunas preguntitas, hacía el obsequio de una sonrisa, cuando no de palabras, y daba a besar su Real mano con una llaneza que no desmentía la dignidad. ¡Oh, qué inefable delicia ser español y súbdito de tal monarca!
MEMORIAS DE UN CORTESANO DE 1815 – BENITO PÉREZ GALDÓS

-¡Y sobre todo muy español! –añadió el Rey de las Españas con un aplomo humorístico que a pesar mío me hizo reír-. Gastar lo propio y lo ajeno, vivir a lo príncipe, y después encastillarse en la grandeza y la dignidad de los títulos nobiliarios para rechazar el pago de las deudas como ignominia… ¡Oh, qué delicioso país y qué incomparable gente!
MEMORIAS DE UN CORTESANO DE 1815 – BENITO PÉREZ GALDÓS

EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)


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