EL ASTILLERO
JUAN CARLOS
ONETTI
1 julio de 1909. MONTEVIDEO. Uruguay
30 mayo de 1994. MADRID. España
Después sería el fin, la renuncia a la fe en las
corazonadas, la aceptación definitiva de la incredulidad y de la vejez.
Con un lado de la boca sonrió, indulgente y viril –como a
viejos rivales, tantas veces vencidos que el mutuo antagonismo era ahora blando
y simpático como un hábito-, a la soledad, al espacio y a la ruina.
“Puedo pegarme un tiro”, pensó sin entusiasmo,
compadeciéndose…
Una cosa y otra y otra
cosa, ajenas, sin que importe qué quieren decir. Siempre fue así; es mejor que
tocar madera o hacerse bendecir; cuando la desgracia se entera de que es
inútil, empieza a secarse, se desprende y cae.
Larsen sintió el
espanto de la lucidez-
Las puertas sin vidrios o sin maderas, de cerraduras
falseadas, que no resistían un golpe indolente o la presión de un viento
repentino, y que Galvez, regocijado y tenaz, mostrando a la nada los dientes,
lograba cerrar cada anochecer y abría cada mañana.
En aquella época se hizo alegre y conversador, amigo de la
estupidez, blando y sentimental; se exhibió concluido, exagerador de su vejez.
Por las tardes la soledad y el fracaso se hacían sólidos en
el aire helado y Larsen se abandonaba al estupor.
Mientras la lancha temblaba sacudida por el motor, Larsen,
abrigado con las bolsas que le tiraron, pudo imaginar en detalle la destrucción
del edificio del astillero, escuchar el siseo de la ruina y del abatimiento.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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