14 DE JULIO
ERIC VUILLARD
4 mayo de 1968. LYON. Francia
La Historia suele contar la toma de la Bastilla desde el punto de vista de grandes personajes que, en realidad, nunca estuvieron allí: en esta obra, se cuenta la historia de quienes sí se hallaban allí ese preciso día, el célebre14 de julio de 1789. De la introducción.
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El 23 de abril de 1789, Jean-Baptiste Réveillon, propietario de la manufactura real de papeles pintados, se dirige a la asamblea electoral de su distrito, y exige una bajada de salarios. Emplea a más de trescientos trabajadores en su fábrica, en la rue de Montreuil. En un momento de relajación y de pasmosa franqueza, afirma que los obreros pueden vivir sobradamente con quince sueldos en vez de con veinte… (…)
Aquí y allá, convoyes de grano habían sido atacados, graneros saqueados, almacenes asaltados. La gente rompía vidrios a pedradas, desventraba barricas a cuchilladas. (…)
De seiscientos mil habitantes, París contaba con ochenta mil almas sin trabajo ni recursos. (…)
Acuden de todos los barrios aledaños, desde la otra orilla del Sena. Recogen a su paso a los gancheros, a los mendigos que duermen bajo los puentes…
Así comenzó la revolución el 28 de abril de 1789: saquearon la hermosa mansión, rompieron los cristales, arrancaron los doseles de las camas…(…)
La caballería avanza contra la multitud; la gente retrocede en medio de las babas de los caballos, frente a los sables que relucen. Entonces los soldados arman los fusiles y disparan… (…)
…mientras el reino rozaba la bancarrota, el déficit de la pensión de la reina se eleva a finales de año a casi quinientas mil libras.
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Con el fin de alojar a las mil quinientas personas encargadas de la mesa del rey, se había expropiado a toda la población del antiguo pueblo de Versalles, ¡sí a toda!¡Marchaos a tomar viento, bribones, borrachines! Arrasaron el burgo y se apropiaron dela tierra a fin de construir el Grand Commun, un edificio central sobrio y armonioso, ejemplo de equilibrio y mesura. (…)
Existen cuatro relojeros de la cámara del rey, y uno de ellos tiene, como única misión, dar cuerda al reloj de muñeca del monarca por las mañanas.
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Está la compra realizada por María Antonieta de un par de candelabros con diamantes, por doscientos mil francos en 1775.
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Al final, los guardias franceses, entre quienes cada día crecía el descontento, se suman a los rebeldes.
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Algunos se han apoderado de un alba, de una batuta de sochantre, de una capa pluvial, de una casulla, de un báculo, se los han puesto, y, con esa facha, bendicen a los transeúntes. (…)
Durante la noche del 13 al 14 de julio, que es, yo creo, la noche de las noches, la Natividad, la más terrible noche de Navidad, el Acontecimiento, la chusma, como suele decirse, los más pobres, en suma, aquellos a los que la Historia dejó hasta ese momento pudrirse en el arroyo, armados con fusiles, picas, espetones, hacen que les abran las puertas de las casas y que les sirvan comida y bebida. En lo sucesivo, la caridad no bastará.
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Dios mío, qué hermoso es un fusil, qué vertical. Parece un juguete, una herramienta, un cetro.
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Recordemos un instante a ese Saint-Éloy que, por una feliz casualidad de los nombres, vive en Saint-Éloy y que se dedica al hermoso trabajo de encargado de una casa de baños, recordemos a Saveuse, el gendarme, a Sassard, el gilipollas, a Scribot, el destripaterrones, a Servant, el subalterno, a Serusier, el verdulero… (…) Se llaman Thérese o Marie-Thérese, Louise o Marie-Louise, Catherine o Marie-Cathérine, Jeanne o Marie-Jeanne, pues hay milesde Jeannes, pero también hay Genevièves, pero también Élisabeths, Madeleines….
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Ese día, las putas no pescaron clientes, sino que echaron una mano y cuidaron de los heridos, como siempre han checho en las grandes jornadas de la historia.
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El fuego es algo maravilloso. Pero el fuego que destruye es todavía más bello.
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Noventa y ocho muertos e innumerables heridos yacen sobre las angarillas improvisadas, las mesas de las tascas aledañas o alrededor de las iglesias.
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La destrucción de la Bastilla comienza de inmediato. Lanzan las piedras al vacío; la parte superior de las torres es cercenada, roída. En unas horas no se asemeja ya a nada.
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Deberíamos abrir más a menudo las ventanas, De cuando en cuando, así como así, de improviso, mandarlo todo a hacer puñetas. Sería un alivio. (…)
Sí, a veces, cuando el tiempo es demasiado gris, cuando el horizonte es demasiado mortecino, deberíamos abrir los cajones, romper los cristales a pedradas y arrojar los documentos por la ventana. Los decretos, las leyes, los atestados, ¡todo! Y todo eso caería, se vendría abajo lentamente, llovería sobre la calle.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
1 comentario:
Qué tiempos aquellos!!
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