2084,
DESPUÉS DE LA REVOLUCIÓN
ELIA
BARCELÓ
ELDA,
Alicante, 1954
Siéntese y escuche: usted sabe que las leyes
estipulan que las pensiones de ancianidad caduquen a los diez años, de manera
que si una persona se jubila a los sesenta y ocho años, por ejemplo, si a los
setenta y ocho aún sigue viva, deja de cobrar. Entonces el Estado le ofrece
retirarse a un hogar, una residencia o un spa, según esté de salud y si se
puede valer por sí mismo o no. Algunas familias tienen a sus ancianos en casa cuando
dejan de cobrar, pero cuando cumplen los ochenta es obligatorio retirarse a una
institución estatal. Una vez allí… ¿conoce usted a alguien que haya pasado
delos ochenta y dos años?
-El Estado tiene muy claro que los
viejos son improductivos y cuestan mucho dinero, de manera que primero los
aleja de sus familias y, una vez que se han acostumbrado a la ausencia del
padre o la madre o la tía, es más fácil recibir la noticia de su muerte, ¿Sabe
que la mayoría de los parientes ni siquiera se desplazan ya para el funeral?
Los demás no existen; el Consejo no los
reconoce como ciudadanos (“consumidores”, como se llaman ahora) porque no
tienen poder adquisitivo. Malviven peor que animales en la periferia de las
ciudades y hoy, como lo dicen siempre en los informativos, “han decidido hacer
una visita al centro”, pero no hacen nada. Sólo asustan porque son muchos y
porque parecen muertos, aunque sigan vivos. ¿Han sido violentos?
Sole negó con la cabeza.
-Ya te he dicho que los alimentos
llevan sedantes y anticonceptivos. No podrían rebelarse aunque quisieran; y
además ya se han olvidado de cómo podría ser la sociedad si fuera de otra
forma. Han perdido la dignidad, el orgullo de ser humanos. Se lo han quitado,
¿entiendes? Les han quitado su humanidad.
EL BOBO DE KORIA
(RECOPILADOR)
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