Incluso en el último
suspiro en mi lecho de muerte, seguiré preguntándome qué sentido
ha tenido mi vida. En el segundo final seguiré sintiendo la herida
mortal de mi nacimiento. Un ser como tantos otros, perdido en la
inmensidad de la vida, y arrastrado por las circunstancias.
Persiguiendo sueños y mentiras durante toda una vida predestinada a
ser como fue. Adoctrinado desde niño a pertenecer a una sociedad
hostil que hoy mira mi muerte con indiferencia y desprecio. He sido
como todos, marioneta en sus manos, atado con los mismos hilos de los
prejuicios y obligaciones y sujetos estos por la cruceta de la
cobardía.
Intenté muchas veces
romper esos hilos, pero como decía, las circunstancias me
arrastraban de nuevo al redil, donde todos se empeñan en sujetarte.
Dando valor al tiempo he intentado aferrarme a la vida lo más
posible, ¿Para qué? ¿Porqué? Hubiera sido más fácil arrancarme
esta enfermedad lúcida y desaparecer. Pero todos los dogmas
aprendidos pudieron conmigo y cada día me levantaba creyendo que era
distinto de los otros y que en cualquier momento cambiaría mi
suerte. No fue así. Ni de lejos, ni por asomo, ni por un segundo.
Siempre fui un mediocre, perdido entre mis congéneres mediocres.
Todos adulados por si mismos e hipnotizados por la visión desoladora
de los demás.
Anhelo el olvido, deseo
que llegue mi estertor, que la visión de los seres que me lloran y
cuidan desaparezca. Deseo paz, y sobre todo saber que nada recordaré
y nada seré.
He intentado muchas veces
explicar a otros mis pensamientos, transmitirles mis dudas, mis
reflexiones, y de nada sirvió. Nadie quiere escuchar nada que no sea
a ellos mismos, y supongo que ese es mi caso también. Más pilares
para una constante incomunicación. Me tortura pensar que desde que
tengo uso de razón, desde que recuerdo, nada ha cambiado, los mismos
pensamientos me atormentan, las mismas dudas, y la misma cobardía
para acabar con la vacuidad de una vida que equivocó el camino de
las bestias.
Ahora que tengo la
valentía de hacerlo, me fallan las fuerzas. Veo la ventana frente a
mi cama, pero no puedo alcanzarla. Veo la liberación frente a mi,
llamándome, pero las piernas no me responden, mis fuerzas ya hace
mucho que me abandonaron. Un sinfín de tubos y agujas me crucifican
a la cama. Ni la voz me queda para quejarme.
Ahora recuerdo con extraña
clarividencia las veces que intenté quitarme la vida, o las que
fantaseé sobre ello. Y me arrepiento enormemente de no haber
actuado. De haber consentido haber querido ver un día más, igual
que el anterior.
Ya los he visto todos, y
la decepción no ha hecho más que crecer y devorarme. Y ahora la
pregunta terrible que me devora las entrañas es ¿Cuánto me queda?
¿Porqué no muero de una vez? Cada día se acerca un médico y habla
de esperanza a mis allegados, yo me estremezco en mi cuerpo inútil
¿Porqué ese afán de mantenerme con vida? Debe ser un castigo, una
venganza por mi existencia cobarde e inútil. Cierro los ojos pero no
hay descanso, todo vuelve, todas las imágenes, las personas, las
decisiones erróneas, todo vuelve.
Creo estar enterrado en
vida, sin poder moverme, sin poder gritar, asfixiado de calor en esta
inmunda atmósfera hospitalaria. Ninguna de las personas que hay
aquí, a mi alrededor parece darse cuenta de que se enfrentan a su
propio destino, solo unos pocos afortunados morirán de golpe, sin
enterarse, la mayoría caerá en mano de carniceros de bata blanca,
que se enconarán en mantenerlos con vida, a base de martirizar los
cuerpos rendidos insuflándoles la falsa gasolina de la farmacopea.
Cuento las noches, los días, todo se confunde en la iluminación
fluorescente y aséptica que me rodea.
¡Desenchufenme de toda
esta maquinaria indecente!
¡Dejen que mis despojos
me devoren! Que acudan las moscas, que el camino de mi decrepitud
continúe ¿Porqué lloráis a mi alrededor? ¡Idiotas! ¡Estáis
hechos de la misma ruina que yo, a cada minuto que pasa envejecéis
en busca de vuestro destino!
¡Porqué no me muero!
Siento la vida ahora mismo, como el peor dolor de todos, donde no hay
médico ni morfina que lo calme. Mi cuerpo pide a gritos pararse y no
lo dejan.
No me dejan morir...no me dejan morir...no me dejan
morir...
Yorick.
1 comentario:
Lo trágico de vivir es tener consciencia de existir. Saberte finito, acabable, fungible. ¿No seria mejor no nacer? ¿Por que se empeña la gente en reproducirse, en traer sufrientes a este mundo?
Sr. Yorik, ¿le ha preguntado a sus mujeres conocidas, por qué quieren tener hijos?
Bueno sería que usted publicase el resultado de su encuesta. Lo espero ilusionado.
A colación de lo leído, ha poco tuve una experiencia extraordinariamente agradable: mentalmente me remonté al año 1896, el año del nacimeinto de mi abuelo materno. Agradable sensación de mi no estadía en ese tiempo. ¡Felicidad absoluta!
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